Admiro mucho el talento y casi todo lo que escribe Manuel Rivera. Un jíbaro de Naranjito. Para mí, uno de los mejores escritores de estos tiempos. Sabiendo que un mismo tema no apela a todas las personas, he pasado un buen rato tratando de escoger cual de todos los que tanto me gustan, compartir. Finalmente escojí el tema de Agapito, el individuo que existe en toda sociedad y que seguro reconocerán. Disfruten.
Agapito --basta ya,
no seas tan embustero,
tan canalla y majadero,
anda y dime la verdad.
Donde está la dignidad
que te enseñaron tus viejos,
se perdieron los consejos,
vaya que barbaridad.
Cuando me encuentro ocupado
es como una maldición,
trae una conversación
con un suceso inventado.
Camina de lado a lado
con el ceño muy fruncido,
tal parece que ha creído
la mentira que ha cuajado.
Vaya el entretenimiento
que se inventa ese maldito,
sabe de todo un poquito
desperdiciando el talento.
Se desplaza tan contento
como un perro con dos rabos,
un maestro atando cabos
repitiendo el mismo cuento.
Ya me tiene abacorao
y eso no se lo perdono,
porque tiene tanto tono,
mas tonos que un seis chorreao.
El cerebro saturado
de paquetes sin residuo,
estoy a ley de intensivo
de la pela que me ha dado.
Posee tantos recursos,
se evade de tanta maña
y ataca como piraña
para emprender su discurso.
Yo pienso que en un concurso
de oratoria y resistencia,
se muere la competencia
a la vez que toma impulso.
Y cuando habla de religión
es un acontecimiento
mezcla el viejo testamento
con esta generación.
Inventa historias que son
un verdadero quebranto
y le cambia el nombre a los santos
sin ninguna compasión.
Y si le mencionan el arte
y logra montar tribuna,
jamás ha perdido una,
el hombre es un caso a parte.
Casi logra hipnotizarte
aunque tiene poca escuela,
dale un buche de tachuelas
para que puedas safarte.
Amante del juramento
poniendo a Dios por testigo,
llega a un acuerdo contigo
y se le olvida al momento.
Falla a cada ofrecimiento
sin importar un comino,
un fracaso del destino
que merece un escarmiento.
Y cuando ocurre un accidente,
la realidad exajera
y la cambia de tal manera
que condena un inocente.
Y al llegar cada pariente
se torna tan afligido,
el rostro mas confundido
que la cara del paciente.
El le a anunciado la muerte
a la gente saludable.
Con frialdad incomparable
en difunto lo convierte.
"Se le terminó la suerte,
al hospital lo llevaron,
lo abrieron y lo cerraron,
y ya está de cuerpo presente".
Y en las noches de velorio,
él toma la iniciativa
y de esta manera cautiva
la atención del auditorio.
Cuando llega a un consultorio
llama al médico "pariente"
y marea a los pacientes
con el mismo repertorio.
Y el hijo por inocencia
repite lo que él proclama
adquiriendo así la fama
que le han dado por herencia,
agotando la paciencia
del abuelo y de la abuela,
los compañeros de escuela
no soportan su imprudencia.
No comprendo a mucha gente,
se alimentan de mentiras,
descargan toda su ira
con el que encuentran de frente.
Y al ser humano decente
lo tienen acorralado,
maltrecho, desesperado,
una víctima inocente.
Este virus venenoso
es tan viejo como el hombre.
Muchos le han cambiado el nombre
de embustero a mentiroso.
Como el SIDA es contagioso
el síndrome del engaño
y su punzada hace mas daño
que el escorpión ponsoñozo.
La verdad es cristalina
como el agua de la fuente.
No sé porqué tanta gente
sin piedad la contamina.
Se cuadran en una esquina
a pelar un semejante.
Al decente, al maleante,
al vecino, a la vecina.
Perdonen que sea tan franco,
pero el mal es tan severo
que llegó del jornalero
al hombre de cuello blanco.
Dá un satánico espanto
y a la damas, por respeto,
no digo el cuento completo,
de la verguenza me aguanto.
Sepan todos a conciencia
que de haber un parecido
con algún ser conocido
es por pura coincidencia.
Se me agota la paciencia,
no soporto mas allá.
¡Agapito! --basta yá,
al Diablo con tu imprudencia.
Reinaldo Crespo-Bazán.